La migración internacional, especialmente la que se desplaza en situaciones de desventaja social, es un síntoma de las condiciones de precariedad en las naciones de origen; es un termómetro de la solidez de las políticas de atención de los países de tránsito, además de que es un test impagable de las políticas de integración o reintegración de los Estados receptores. Por ello, el grado de desventaja social de los migrantes se reduce cuando las políticas públicas los reconocen como actores elegibles de las estrategias de desarrollo. Sin embargo, la realidad actual es que los migrantes tienen un papel marginal en el diseño de las políticas públicas. Conveniencias económicas, estrategias electorales, pobreza en la lectura sobre su trascendencia, el hecho es que el debate sobre su peso en los procesos de desarrollo apenas comienza a tener espacio en la agenda global. Instrumentos como la agenda de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), entre otros, reconocen el potencial del migrante y con ello la necesidad de darle un lugar en la construcción del futuro de las naciones.
